16 de julio de 2006

Lobo (Re-edición: rescatado del fuego)

Alguien dijo que el género alegórico era abominable, o poco menos. No recuerdo quién lo dijo; ni siquiera estoy seguro de no habérmelo imaginado. En cualquier caso, mis disculpas.

Cierta vez, el perro mordió al amo; lo hizo sin maldad -¿puede acaso un perro tener maldad?-, pero el amo no lo entendió así, y desde entonces su trato hacia él no es el mismo; existe un velado desprecio, un sutil maltrato, y a veces una franca violencia. El perro no alcanza a comprender la justicia de esta situación -¿puede un perro entender de justicia?-, y se siente, en ocasiones, herido y humillado. Pero el perro es también un lobo, y algún día su fidelidad cederá ante un impulso más poderoso, y sus garras desencadenarán lo inevitable. Claro que eso significará su fin, pero él no puede saberlo.
Y de saberlo, no podría -no querría- evitarlo.

4 comentarios:

Betty Carol dijo...

señor k.,
Aia.
No podré volver a patear al pit bull cuando se suba a mi cama mientras duermo.
Tendré que conformarme con 1/4 de plaza.

Sr. Nadie dijo...

Betty: gracias por estrenarme el blog (casi ni me dolió).
No me mienta, usted debe tener un perro más manso que un pit bull... Igual, éste no es un perro real (O sea que no se puede patear, tampoco)

Betty Carol dijo...

Felizestreno!

Un pitbull, de verdad. Felipe.

Anónimo dijo...
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Sepan disculpar. Mejor, léanse unas minisagas
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